Existe un dicho que afirma: «Los humanos son dioses en embrión». Cada vez que observo el cielo nocturno, especialmente cuando la luna está llena, siento profundamente que soy un hijo de Dios. En mi juventud, intenté pensar de otra manera: que había evolucionado de los simios, que era solo el resultado del azar. Sin embargo, con el tiempo, descarté esa idea y me maravillo al recordar que todos somos hijos de lo divino. Esto nos lleva a preguntar: ¿qué es lo que realmente nos hace humanos? ¿Acaso nuestra genética no nos debería acercar a lo divino, dado que nuestros progenitores son dioses? ¿Por qué hemos caído tan lejos del estado en el que se encuentran nuestros Padres Celestiales?
La Percepción de lo Humano
A menudo, sentimos que ser humano es una especie de maldición. La vida, con todos sus desafíos y complejidades, a veces nos lleva a pensar que la naturaleza humana es inherentemente defectuosa, viciosa y autodestructiva. Esta sensación se refuerza cuando intentamos imaginar lo que significa la divinidad: seres perfectos, vestidos con túnicas blancas resplandecientes, libres de cualquier debilidad. En contraste, al mirarnos a nosotros mismos y al caos de la vida cotidiana, esa comparación parece imposible. De ahí que a menudo excusamos nuestras fallas con la frase: «Solo soy humano».
Una Nueva Perspectiva
Aunque la naturaleza humana ha sido utilizada frecuentemente como justificación para nuestra debilidad, tal vez sea el momento de replantearnos esta idea. En lugar de ver nuestras limitaciones como un obstáculo, podríamos preguntarnos: «¿Por qué, con todas estas debilidades, Dios confía en mí para ser responsable de mis acciones? ¿Por qué me permite cometer errores?» La confianza que Dios deposita en nosotros al otorgarnos el don del libre albedrío es un gran acto de fe. Él nos permite tomar nuestras propias decisiones, a pesar del riesgo de que a menudo no le seamos obedientes. Esta confianza divina debería inspirarnos. Nos demuestra que Dios sabe que somos capaces de superar cualquier desafío, por difícil que sea. Entonces, tal vez ser humano no sea tan malo después de todo.
El Potencial del Ser Humano
A pesar de nuestras debilidades, tenemos la capacidad de convertirnos en algo extraordinario si somos lo suficientemente humildes para aceptar la ayuda de Dios. Como se menciona en Éter 12:27, nuestras imperfecciones no son más que recursos crudos que, cuando son superados, nos transforman en seres mejores. Al igual que aprovechamos los recursos naturales, como una cascada o el sol, para crear energía que alimenta nuestras ciudades y hogares, también podemos usar nuestras debilidades para impulsar nuestro crecimiento personal. Aunque esos recursos en su forma natural pueden ser destructivos, cuando los manejamos con sabiduría, se convierten en fuentes de gran poder.
Transformar Debilidades en Fortalezas
Si aceptamos nuestras debilidades y trabajamos para superarlas, nos convertimos en mejores versiones de nosotros mismos. Nuestro potencial innato puede, o bien degradarnos, o bien elevarnos, dependiendo de cómo lo abordemos. Es nuestra decisión. Si nos viéramos a nosotros mismos como «diamantes en bruto» en lugar de simples trozos de carbón, podríamos permitirnos ser moldeados en algo precioso. Ser humano, entonces, no es una señal de debilidad, sino una oportunidad para entender los recursos crudos que ya poseemos y que, con esfuerzo y perseverancia, nos pueden acercar a la divinidad (2 Nefi 2:21).
El Camino Hacia lo Divino
Para muchos, el objetivo es trascender nuestras limitaciones humanas. Aunque este camino no siempre es fácil, creer que somos más de lo que aparentamos ser marca la diferencia. Nuestro Padre Celestial cree en nosotros. Sabe que somos inherentemente buenos, pero que, al estar expuestos a un entorno carnal, a veces olvidamos nuestra verdadera naturaleza. La clave está en recordar quiénes somos en realidad. Debemos confiar en esa intuición que nos dice que somos especiales, que somos divinos.
En resumen, la naturaleza humana no es nuestra naturaleza definitiva. Dentro de cada uno de nosotros hay un potencial divino esperando ser descubierto. Ser humano no es una maldición, sino una oportunidad para crecer, aprender y transformarnos en aquello para lo que fuimos creados: seres divinos en potencia.
Fuente: https://faith.ph
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