¿Cómo comenzó la práctica de dedicar los templos mormones con las palabras Santidad al Señor?
Kirtland. “La Casa del Señor” de Kirtland exhibe notoriamente esta lápida dedicatoria sobre la entrada. Sin embargo, no presenta las palabras Santidad al Señor, incluidas en cualquier templo mormón. Dicho eso, no hay duda de que José Smith consideraba el templo como un lugar de santidad. Su oración dedicatoria incluía una súplica: “que todas las personas que pasen por el umbral de la casa del Señor sientan tu poder y se sientan constreñidas a reconocer que… es tu casa, lugar de tu santidad.”
Nauvoo. Los dibujos originales del templo de Nauvoo no muestran una placa dedicatoria en la fachada. No obstante, en 1845 Brigham Young le pidió al arquitecto del templo “colocar una piedra en el extremo oeste del templo con la dedicación Santidad al Señor, de ese momento en adelante.”
La aplicación de la frase al templo reflejó la canción del salmista: “la santidad es propia de tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre.”
Aquí se muestran detalles de la dedicación que aparece en el Templo reconstruido de Nauvoo. La fecha “06 de abril de 1841” que se seleccionó para la ceremonia de inauguración, recordó el aniversario de la organización de la iglesia en 1830. A diferencia de la inscripción anterior, las palabras del templo original eran doradas y brillaban.
Salt Lake City. La administración de Brigham Young impulsó el uso de la frase Santidad al Señor. Las palabras no solo aparecieron en los planos para la inscripción dedicatoria del Templo de Salt Lake City, sino en todo el territorio de Deseret. Como lo describió el Élder D. Todd Christofferson:
Los santos pioneros… pusieron… “Santidad al Señor”, en cosas aparentemente comunes o mundanas, así como aquellas que estaban más directamente relacionadas con la práctica religiosa. Se inscribió en las copas y bandejas de la Santa Cena, se imprimió en certificados de ordenación de Setentas, y en un estandarte de la Sociedad de Socorro. “Santidad al Señor” también se exhibió en vitrinas de las tiendas ZCMl, la Institución Cooperativa Mercantil de Zion. Se encontraba en la cabeza de un martillo y en un tambor. “Santidad al Señor” se grabó en las perillas de la casa del presidente Brigham Young.
Monumento de Washington.
En respuesta a una invitación a cada estado y territorio de los Estados Unidos, “la Asamblea General del Estado provisional de Deseret aprobó una resolución el 10 de febrero de 1851, aceptada por el Gobernador Territorial de Utah, Brigham Young unos días más tarde, para proporcionar un bloque de mármol al Monumento de Washington.” Las ilustraciones principales de la piedra fueron descritas por la Primera Presidencia de la Iglesia como “una colmena en pleno funcionamiento, en el centro, rodeada por una enredadera [es decir, la “planta que se tuerce con flores en forma de trompeta “, con la inscripción, Santidad al Señor. Deseret.”
La frase Santidad al Señor y el diseño de la abeja vienen de la Biblia y el Libro de Mormón respectivamente. Sin embargo, quizá, en este caso, se seleccionaron estos elementos para el diseño final no solo porque fueron símbolos distintivos de la religión mormona y el territorio de Deseret, sino también debido a su asociación con Freemasonry, una organización fraternal en la que muchos de los santos participaron en Nauvoo.
El uso de estos símbolos podría ser visto como una reverencia para George Washington que, junto con muchos otros ciudadanos prominentes y comunes de esa época, fue un Masón a lo largo de su vida adulta. También se debe mencionar que el padre de Brigham Young, John Young, había servido en tres campañas de la revolución estadounidense bajo el mando del general George Washington.
¿Qué significó la frase Santidad al Señor para Brigham Young durante toda su vida? Habló en 1862 sobre su conversión: “Treinta años de experiencia me han enseñado que cada momento de mi vida debe ser de santidad al Señor, como resultado de la equidad, la justicia, la misericordia y la rectitud en todas mis acciones, que es el único camino por el cual puedo preservar el Espíritu del Todopoderoso para mí mismo.”
¿Cuál era el significado de Santidad al Señor en el Antiguo Testamento?
El significado en hebreo. El equivalente en hebreo de Santidad al Señor es kodesh le’YHWH:
- La palabra kodesh (“Santidad”, “santo”) se aplica a algo que se aparta del mundo y se considera que pertenece exclusivamente al Señor, frecuentemente para propósitos del templo. Por eso, todo lo consagrado se vuelve sacrosanto, dedicado completamente a los propósitos del Señor y bajo Su protección y cuidado personal.
- La segunda palabra le puede significar “a” o “para.” La persona o cosa a la que se hace referencia en la frase se considera “santa” para el Señor.
- La palabra hebrea (YHWH) es la forma en que usualmente los eruditos modernos pronuncian Jehová en inglés. Si bien el nombre se encuentra impreso en la Biblia hebrea, los judíos observantes no la pronuncian tal como está escrita. Sino, como una cuestión de reverencia, sustituyen la palabra “Señor” (adonai) cuando leen las Escrituras.
¿Cómo se utilizó la frase Santidad al Señor en el Antiguo Testamento?
En pocas palabras, se aplicó a las personas, no a los edificios. Como se mencionó antes, la frase Santidad al Señor nunca se utiliza en la Biblia en relación con el mismo templo. En cambio, se instruyó a los israelitas a grabar estas palabras en una “placa de oro puro” que los sumos sacerdotes, que se consagraron al servicio del Señor mediante ordenanzas sagradas, tenían que llevar en la frente.
Llevar la placa de oro puro grabado con la frase Santidad al Señor en la frente era un honor de gran importancia otorgado divinamente y le pertenecía únicamente al sumo sacerdote. La placa identificaba al sumo sacerdote con el mismo Señor. Para enfatizar aún más que aquellos que entran en “el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio” hoy lo hacen a la semejanza del Hijo de Dios, observa la descripción de Margaret Barker de cómo el concepto de llegar a ser un hijo de Dios se relaciona con las ordenanzas en los templos terrenales y las ascensiones reales al templo celestial:
Los sumos sacerdotes y los reyes de la antigua Jerusalén ingresaron al Lugar Santísimo y luego, se convirtieron en mensajeros, ángeles [Ej. Emisarios] del Señor. Fueron levantados, es decir, resucitados; fueron hijos de Dios, es decir, ángeles; fueron ungidos, es decir, mesías… [Al entrar al Lugar Santísimo como parte de los servicios del templo] los seres humanos podrían convertirse en ángeles y luego, continuar viviendo en el mundo material. Esta transformación no solo sucedió después de la muerte física, marcó el paso de la vida en el mundo material a la vida de la eternidad.
Hoy, aquellos que reciben las mayores ordenanzas del templo también se convierten, en su medida, en emisarios del Señor, “salvadores de hombres,” a semejanza de los antiguos sumos sacerdotes y reyes– y, finalmente, como su Redentor.
Hablando del viaje celestial figurado que se representó en las antiguas ordenanzas del templo. Por otro lado, Matthew Bowen argumentó que el rey y el sumo sacerdote, saliendo del Lugar Santísimo, eran vistos y venerados como el Señor. Según esta identificación, Alma 13 afirma específicamente que los sumos sacerdotes fueron ordenados “de una manera que haría saber al pueblo el modo de esperar anhelosamente al Hijo [de Dios] para recibir la redención.” Además, la razón por la que se realizaron las antiguas ordenanzas del sumo sacerdocio relacionadas con el templo era “para que por ese medio el pueblo esperara anhelosamente al Hijo de Dios… para la remisión de sus pecados.”
En el Sinaí, el Señor le dijo a Moisés que el día llegaría cuando todo Su pueblo diera oído a Su voz y guardara Su convenio. Así, sería “un reino de sacerdotes y un pueblo santo” que le perteneciera exclusivamente a Él. Una escena relacionada que involucra un sellamiento en la frente con el nombre del Padre se representa simbólicamente en Apocalipsis 14:1:
Y miré, y he aquí el Cordero estaba sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de su Padre escrito en la frente.
Ese día, cuando toda la gente de Dios sea sellada como santos – completamente santificada y santa – todavía está en el futuro. Esto lleva a una pregunta sobre el aquí y el ahora.
¿Por qué a los miembros de la iglesia se les llama “santos” a pesar de que todavía no son puros ni santos?
La respuesta corta es que se llama a los miembros de la iglesia santos porque han hecho convenios no porque ya completaron el proceso de santificación. Como explica James E. Faulconer:
La santidad deriva de ser apartado, no del carácter del objeto en cuestión. Por ejemplo: el altar es santo porque se ha apartado para ser utilizado en el templo, no porque tiene cierta forma o está compuesto de un material particular. Cualquier uso del altar diferente a su uso prescrito como objeto santo se prohíbe. De manera similar, Israel es santo porque es escogido, no a la inversa. Ser llamado y apartado para propósitos divinos y particulares convierte a Israel en santo y esas santidad lo pone bajo una obligación solemne y divina, la obligación de vivir al nivel de la santidad para la que se apartó…Que la palabra griega para “santo” [hagios] indique pureza, demuestra que existe más que ser un santo, tomar el nombre de Cristo sobre nosotros, que la membresía en la organización formal de la iglesia. Nos convertimos en santos al ser llamados y apartados para los propósitos de Dios y seguimos siendo santos al esforzarnos por cumplir con la obligación de pureza que conlleva dicho llamamiento…Como lo aclara el Rey Benjamín, la redención de Cristo y nuestra humilde sumisión a Él nos convierte en santos [en el último sentido]… es… presuntuoso declarar que cualquier individuo además de Cristo es santo si nos referimos a la palabra “alguien que es puro.” Sin embargo, si al llamarnos santos, indicamos nuestra membresía en la iglesia, nuestra comunión con el resto de aquellos que intentan vivir como pueblo de Dios y nuestro llamamiento al servicio de Dios, no es presuntuoso declararnos santos.
¿Cuál es el propósito de los templos modernos?
Necesitamos convertirnos en un pueblo santo. El Señor ha dado el mandamiento: “Sed santos, porque yo soy santo.” El propósito del templo es ayudar a cada persona que entra en él a convertirse en santo como Aquel Santo y la casa que lleva Su nombre. El Apóstol Pablo les recuerda a los santos la relación entre el templo y nosotros mismos cuando escribió:
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?… el templo de Dios, el cual sois vosotros.
En 2001, el Presidente Russell M. Nelson profundizó en la importancia de llegar a ser santos, dignos y estar preparados para entrar al templo:
Los que entren en el templo también deben llevar el distintivo de la santidad. Puede que sea más fácil atribuir santidad a un edificio que a las personas. Podemos adquirir la santidad sólo mediante el esfuerzo constante y firme. A lo largo de las edades, los siervos del Señor nos han advertido de la falta de santidad. Jacob, hermano de Nefi, escribió: “He aquí, si fueseis santos, os hablaría de cosas santas; pero como no sois santos, y me consideráis como maestro, es menester que os enseñe las consecuencias del pecado”
Al paso que se van preparando templos para nuestros miembros, nuestros miembros deben prepararse para el templo.
Necesitamos tomar sobre nosotros el nombre del Señor.
La oración dedicatoria para el templo de Salomón resaltó que no estaba destinado a ser residencia de Dios, ya que Él “moraba en el cielo” pero el “nombre de Dios” residía en el templo. En ese templo, la última “puerta del Señor, por la que entrarán los justos,” es muy probable que se refiriese a “la puerta más privada del templo,” donde aquellos que “buscan el rostro del Dios de Jacob” encontrarían el cumplimiento de su peregrinación del templo. Esta puerta final se relacionaba con el nombre de Dios mismo.
Para los santos de los últimos días, la bendición del pan de la Santa Cena anuncia esa esperanza celestial así como anticipa la plenitud de las bendiciones del templo. El Élder David A. Bednar, citando al Presidente Dallin H. Oaks, explicó que:
Al renovar nuestros convenios bautismales por medio de la participación de los emblemas de la Santa Cena, “no somos testigos de que tomamos el nombre de Jesucristo sobre nosotros. [Más bien], somos testigos de que estamos dispuestos a hacerlo. El hecho de que solo seamos testigos de nuestra disposición sugiere que algo más debe pasar antes de que realmente tomemos ese nombre sagrado sobre nosotros en el [último y] más importante sentido.” El convenio bautismal contempla claramente un evento o eventos futuros y la mirada hacia el templo.
La razón
El uso generalizado de la frase Santidad al Señor en la época de los pioneros sirvió como un recordatorio constante del día futuro que profetizó Zacarías cuando cada persona y todo lo que hubiera en la tierra – incluso las “campanas de los caballos” – podrían llevar la inscripción de Santidad al Señor.
Hugh Nibley, cuya vida abarcó desde el final de la época de los pioneros hasta los tiempos modernos, se convirtió en un triste testigo de cómo la proliferación de la santidad que Zacarías profetizó se convirtió en una realidad más distante a medida que iba envejeciendo.
Aunque la gloria y la santidad de la presencia de Dios ya no llenan toda la tierra como lo hicieron en la Creación, nunca se retiraron por completo. En un movimiento similar al ocultamiento divino que la cábala luriánica llama “contracción”, la plenitud de la gloria de Dios se concentra, por decirlo así, en un lugar: el Templo, que continúa representando en microcosmos la imagen de lo que algún día se convertirá nuevamente en el modelo para una Creación completamente renovada, feliz en el descanso divino de una eternidad de día de reposo. Sin embargo, hasta este día, el templo se mantiene porque “… es el centro moral del universo, la fuente de donde se irradia la santidad y la justicia aterradora” al mundo oscuro y caído que lo rodea.
Oportunamente, así como el primer libro de la Biblia, Génesis, relata la historia de la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén, su último libro, Apocalipsis, profetiza un retorno permanente al Edén para los santificados. En ese día, el velo que separa al hombre del resto de la creación caída de Dios será barrido, y todo será “hecho en la tierra, como en el cielo.” En el Jardín del Edén original, “no había necesidad de un templo, porque Adán y Eva disfrutaban de la presencia continua de Dios “; asimismo, en la visión de Juan “no había templos en la Ciudad Santa, porque su templo era el Señor Dios.”
Podemos prestar atención a las palabras del Presidente Russell M. Nelson que nos llama a una mayor santidad, no solo como “preparación personal para las bendiciones del templo”, sino también para el eventual retorno del reino celestial que presagió esa Santa Casa.
Adaptación del artículo originalmente escrito por Jeffrey M. Bradshaw y publicado en ldsmag.com con el título “Why Does “Holiness To the Lord” Appear on LDS Temples?”
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