El Élder Jeffrey R. Holland es conocido por sus mensajes, principios poderosos y doctrina clara e innegable.
Sin embargo, para los residentes de Hiko, Nevada, nada de lo que diga el Élder Holland en el Centro de Conferencias podría tener un mayor impacto que aquello que presenciaron hace casi 20 años. Es una historia que evocan frecuentemente como un recuerdo sagrado que nunca esconderían en una caja.
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La experiencia comienza en un condominio de Rusia.
¿Dónde termina? En un sepulcro rocoso en Nevada.
El sábado 17 de octubre de 1998, el Élder José Mackintosh, 20 años, de Hiko y su compañero, el Élder Bradley Borden, también de 20 años, de Mesa, Arizona, fueron atacados violentamente mientras salían de una cita por la tarde en Ufa, Rusia. Las puñaladas hirieron gravemente al Élder Borden, que fue enviado a recuperarse en un hospital de Alemania.
El Élder Mackintosh murió durante el evento.
La noticia se corrió rápidamente en el pequeño pueblo de Hiko y para el domingo por la tarde, se programó una reunión sacramental conjunta entre los dos barrios locales y se asignó al Élder Holland para visitar, presidir y dar consuelo.
Una semana más tarde, el Élder Holland regresó para el funeral.
Solo 12 horas antes de que el Élder Mackintosh fuera elogiado y sepultado, sus amigos se reunieron en el cementerio Schofield en Hiko para terminar de cavar el sepulcro. El terreno resultó demasiado difícil para que la retroexcavadora terminara el trabajo. Así que, la mayor parte del trabajo debía completarse con palas, barras de acero y picos.
Al caer la tarde, un automóvil entró al cementerio y avanzó hasta detenerse en silencio. Un hombre salió y se quitó el saco del traje. Su camisa blanca y su corbata dibujaban un contraste memorable con el polvoriento atardecer de Nevada.
“¿Podría ayudar?” preguntó el hombre y el grupo de amigos se quedó sin palabras. El voluntario era el Élder Holland.
Mientras saltaba dentro del profundo sepulcro preguntó: “¿Alguien podría prestarme una pala?” Entonces, con corazones afligidos y con suciedad y dolor en sus rostros, cavaron.”
Cortney Dahl, un líder local del sacerdocio y amigo cercano de la familia Mackintosh, recordó en una entrevista esta semana que parece como si el evento hubiera ocurrido ayer y no, hace dos décadas.
“Recuerdo lo brillantes que estaban sus zapatos en el sepulcro y el reflejo de la pala. Cómo se remangó las mangas. Cómo sudó como el resto de nosotros.”
El Élder Holland, con noventa y nueve razones para irse temprano, se quedó solo por una hasta que el trabajo fuera terminado.
El funeral se realizó en un salón donde no había sillas. Dahl relata que las personas se sentaban en el escenario del salón cultural y otros se paraban en los bordes. El Élder Holland y la familia del Élder Mackintosh hablaron profundamente sobre el maravilloso misionero que había soñado con servir en Rusia desde la infancia.
Después del servicio, y con el funeral más largo que Dahl haya visto, el Élder Holland regresó al sepulcro que ayudó a cavar. Cuando se completaron la dedicación y el entierro, el Élder Holland se quedó y dio la mano a cada invitado.
Más tarde, Dahl se enteró que el Élder Holland había conducido su propio carro hacia Hiko las dos veces para tener la flexibilidad de quedarse tanto como pudiera. “Todavía puedo sentir el amor fraternal que sinceramente tuvo por cada uno de nosotros cuando participó en ese servicio como Cristo. No hubo duda entre nosotros de que él era un siervo elegido y un testigo personal de Jesucristo.
Dahl todavía reflexiona cuan avergonzado parecía este apóstol del Señor por toda la atención. “Sabía que el fin de semana no se trataba de él; se trataba de José y su familia, pero también sabía que tenía la responsabilidad de llorar con los que lloran.”
Este fin de semana, los testigos de esa semana especial en Hiko, Nevada, sonreirán cuando el Élder Holland suba al púlpito para dirigirse a una audiencia mundial.
Millones lo verán vistiendo un traje oscuro y pulcro con ojos brillantes y una hermosa corbata.
Pero, un pequeño grupo de hermanos lo verán de manera diferente. En sus mentes, las mangas de ese discípulo están remangadas, el sol se posa en su rostro y literalmente, la suciedad y el servicio le llegan hasta su pecho.
Todo lo que el Élder Holland enseñe será poderoso y conmovedor. Pero, para Dahl y todos aquellos que vivieron durante otro fin de semana de octubre, ya saben que las lecciones y los ejemplos más importantes no siempre vienen del púlpito.
Artículo originalmente escrito por Jason F. Wright y publicado por ldsliving.com con el título “The Day Elder Holland Helped Dig a Grave for a Young Missionary.”
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