Las bodas de Caná. Parte 1. Juan 2:1-5
Les invito a un matrimonio.
No conozco los nombres de los novios, pero se celebrará en grande, habrá numerosos invitados e importantes. Es en Caná de Galilea y han invitado a la madre de Jesús, a Jesús y a sus discípulos. Todos son gente de bien (Juan 2:1-2).
En plena boda, que según la costumbre de los judíos se realiza los miércoles, de repente se presenta un problema.
No sé dónde estarían los novios, los padres de los novios, los testigos de los novios, el encargado de la reunión (el maestresala) y los que servían. La falta de vino era el problema; ó sea, se había acabado. De seguro porque los invitados eran muy numerosos y más de lo esperado.
Bueno para eso están el maestresala y los que servían, ellos se darán cuenta del problema y lo solucionarán. O en todo caso, le informarán a los novios o a sus padres, para buscar alguna solución.
Pero la persona que primero se da cuenta del problema era una invitada, que de seguro era una amiga de la familia de los novios. En un matrimonio siempre se invitan a los amigos, ¿no es cierto?
La madre de Jesús, la amiga de la familia es la persona que se da cuenta del problema. No se dieron cuenta del problema, quienes tenían la responsabilidad de identificarlo y luego solucionarlo (Juan 2:3a).
¡Qué capacidad de la madre de Jesús!
De observar, de estar atenta, de identificar, de estar pendiente, de darse cuenta y de buscar la solución. Ella era amiga, amiga de los novios.
¡Un amigo o una amiga, reacciona así, debe reaccionar así!
Entonces, si estaban allí el maestresala y los sirvientes, ¿por qué la madre de Jesús no les avisó? ¿por qué le avisó a Jesús, sólo a su hijo? La madre de Jesús, al darse cuenta del problema quería ayudar a solucionarlo. Parece, que se dio cuenta de que esto podía incomodar a los invitados, podía desubicar a los novios o quizás perturbar a los padres.
La madre de Jesús, como amiga, sabia a quién recurrir: alguien quien tuviera la capacidad de solucionarlo (ella no sabía cómo) pero sabía que lo haría, alguien con autoridad para hacerlo (Juan 2:3b)
Así como recurrimos a nuestro Obispo, quien es nuestro amigo, a quien le reconocemos la capacidad y la autoridad para ayudarnos a solucionar nuestros problemas. Con confianza recurrimos a Él.
Jesús le contestó amorosa, respetuosamente y con buena disposición a su madre: “…Mujer, ¿qué quieres que haga yo por ti? Yo lo haré; pues un no ha llegado mi hora” (Traducción de José Smith, Juan 2:4)
¡Cuán dispuesto está nuestro Señor por ayudar!
Cuanta fe de la madre de Jesús en Jesús, que confianza había entre ellos: “Haced todo lo que os dijere” (Juan 2:5)
No sólo fe en Jesús, sino una fe como la de Jesús
Entonces, cuando queremos servir a otros, nos convertimos en un amigo. Y un amigo siempre actúa:
- Participa activamente cuando lo invitan.
- Observa para identificar los problemas y sus soluciones.
- Sabe a quién recurrir: al que tiene la capacidad y autoridad para actuar, nuestro Salvador Jesucristo
- Invita a seguirle a Él.
- Tiene fe en nuestro Señor, como la fe de Jesús.
En el nombre de nuestro Redentor Jesucristo. Amen.
«Las opiniones expresadas en este articulo son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días»
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